El diálogo tónico es uno de los pilares fundamentales en atención temprana y terapia psicomotriz.
Describimos cómo se produce el diálogo tónico entre el bebé
y la mamá, a partir de la satisfacción de las necesidades del niño, y los
procesos de transformación recíproca que acompañan dicho proceso. Ello
permitirá al niño diferenciarse y construir su propia identidad
Dentro de la elaboración del esquema corporal, el diálogo
tónico, es un aspecto esencial.
Para la realización de cualquier movimiento o acción
corporal, es preciso la participación de los músculos del cuerpo, hace falta
que unos se activen o aumenten su tensión y otros se inhiban o relajen su
tensión. La ejecución de un acto motor voluntario, es imposible si no se tiene
control sobre la tensión de los músculos que intervienen en los movimientos.
Existen dos dimensiones en la actividad muscular: el aspecto
clónico, fásico y cinético (alargamiento o acortamiento muscular) y el aspecto
tónico (diferentes grados de tensión o distensión muscular). El tono está en
relación con las actitudes y las posturas dirigidas principalmente hacia el
contacto humano a partir de los sistemas de sensibilidad interoceptiva y
propioceptiva.
"El tono muscular consiste en un estado permanente de
ligera contracción en el cual se encuentran los músculos estriados. La
finalidad de esta situación es la de servir de telón de fondo a las actividades
motrices y posturales>
El tono muscular, necesario para realizar cualquier
movimiento, está, pues, regulado por el sistema nervioso. Se necesita un
aprendizaje para adaptar los movimientos voluntarios al objetivo que se
pretende. Sin esta adaptación no podríamos actuar sobre el mundo exterior y el
desarrollo psíquico se vería seriamente afectado, puesto que, en gran medida,
depende de nuestra actividad sobre el entorno y la manipulación de los objetos
como punto de partida para la aparición de procesos superiores.
El tono muscular proporciona sensaciones propioceptivas que
inciden fundamentalmente en la construcción del esquema corporal. La conciencia
de nuestro cuerpo y de su control depende de un correcto funcionamiento y
dominio de la tonicidad.
El tono muscular, a través de uno de los sistemas que lo
regulan, la formación reticular, está estrechamente unido con los procesos de
atención, de tal manera que existe una estrecha interrelación entre la
actividad tónica muscular y la actividad tónica cerebral. Por tanto, al
intervenir sobre el control de la tonicidad intervenimos también sobre el
control de los procesos de atención, imprescindibles para cualquier
aprendizaje. Asimismo, a través de la formación reticular, y dada la relación
entre ésta y los sistemas de reactividad emocional, la tonicidad muscular está
muy relacionada con el campo de las emociones y de la personalidad, con la
forma característica de reaccionar del individuo. Existe una regulación
recíproca en el campo tónico-emocional y afectivo-situacional. Por ello, las
tensiones psíquicas se expresan siempre en tensiones musculares. Para la
psicomotricidad resulta interesante la posibilidad de hacer reversible la
equivalencia y poder trabajar con la tensión/relajación muscular para provocar
aumento/disminución de la tensión emocional de las personas.
El tono es, pues, como intuyera claramente Wallon, la fuente
de la emoción, con lo cual se convierte en un elemento clave en la relación con
el otro. La función tónica al actuar sobre todos los músculos del cuerpo,
regula constantemente sus diferentes actitudes y así se convierte en base de la
emoción
Para desarrollar el control de la tonicidad propondremos
actividades que tiendan a proporcionar al niño o a la niña el máximo de
sensaciones posibles de su propio cuerpo, en diversas posiciones (de pie,
sentado, reptando, a gatas), en actitudes estáticas o dinámicas
(desplazamientos) y con diversos grados de dificultad que le exijan adoptar
diversos niveles de tensión muscular.
No podemos olvidar, en relación con el control tónico, las
actividades de relajación. Dependiendo de sí va destinada al cuerpo en su
conjunto o a determinadas partes del mismo que se van sumando progresivamente
al estado de relajación, se distingue normalmente entre dos tipos de
relajación: global y segmentaria. Podemos distinguir, no obstante, otros dos tipos:
automática y consciente.
La relajación automática, tanto global como segmentaria,
debe utilizarse en general después de actividades que provoquen fatiga. Aquí el
educador o la educadora prácticamente no interviene en el proceso, se limita a
que cada niño o niña adquiera el hábito de relajación colocándose en una
postura corporal correcta y dejando que los mecanismos orgánicos encargados de
equilibrar las alteraciones tónicas y de frecuencia cardiaca y respiratoria
actúen normalmente. Para ello se debe cuidar que el ambiente facilite este
proceso (luz tenue, ausencia de ruido, calidez, confortabilidad, etc.)
La relajación consciente precisa para su dominio de un buen
conocimiento y conciencia del propio cuerpo, que no se alcanza, posiblemente,
hasta los 6-7 años. La relajación consciente puede proponerse, en la etapa de
percepción, mediante motivaciones táctiles, en la etapa de representación que
corresponde al ámbito de la Educación Infantil puede hacerse mediante
motivaciones auditivas, pero sólo puede hacerse mediante motivaciones de
visualización cuando se ha desarrollado un considerable nivel de representación
mental, de atención y concentración voluntarias, lo que se logra después de las
etapas de Educación Infantil que nos ocupa.
La finalidad de la relajación en estas edades es doble; por
una parte proporcionar elementos para la construcción del esquema corporal y el
conocimiento del cuerpo; por otra parte, eliminar la fatiga física y mental,
así como equilibrar los estados de tensión emocional.
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